Libro Digital La Rebelión de las regiones

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sábado, 19 de junio de 2021

El factor clave: Una nueva distribución del Poder en Venezuela por Luis "Balo" Farias.

El poder es importante y según la teoría de Loewenstein: “Los tres incentivos fundamentales que dominan la vida del hombre en la sociedad y rigen la totalidad de las relaciones humanas, son: el amor, la fe y el poder; de una manera misteriosa están unidos y entrelazados”. Sabemos que el poder de la fe mueve montañas, y que el poder del amor... es el vencedor en todas las batallas; “pero no es menos propio del hombre el amor al poder y la fe en el poder”. (Karl Loewenstein, Teoría de la constitución. 1976).

No es hora de reformar, sino de reemplazar la actual división político- territorial del poder. 

Este es el factor decisivo para restablecer el Estado de Derecho, para reconciliar y reconstruir el país y de este modo, superar la corrupción, la pobreza, la ignorancia, inseguridad y la exclusión social que son características propias e inherentes al centralismo cuando este ya cumplió su ciclo.

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El hecho de no cambiarlo, acaba alimentando la proliferación de movimientos corruptos, autoritarios, militaristas, populistas, radicales y autocráticos, como el impuesto en Venezuela.

Las Constituciones centralizadoras del poder político, como las que hemos tenido hasta ahora, formulan modelos de poder centralizados que producen dos clases de gobiernos:

a) Los patriarcales que tratan a los ciudadanos como si fueran menores de edad con derechos parciales y restringidos y,

b) Los gobiernos autoritarios que los tratan como si fueran esclavos carentes de derechos.

Ambas formas de gobiernos originan devastaciones integrales como la que estamos viviendo en nuestro país con sus secuelas de miseria y degradación humana.

El poder y la megalomanía

La esencia del poder (capacidad de hacer que otros hagan o dejen de hacer algo) no ha cambiado, las maneras de obtenerlo, usarlo y perderlo puede traer consecuencias muy graves a un país, ya que la personalidad de los poderosos es tan heterogénea como la humanidad misma; Los hay solitarios y gregarios, valientes y cobardes, geniales y mediocres.

Sin embargo, a pesar de su diversidad, todos tienen rasgos en común: o son carismáticos o vanidosos. (Carisma es, la especial capacidad algunas personas para atraer o fascinar).

Los líderes, o los que tienen poder (así sea endosado como el caso que nos ocupa) inspiran gran devoción e, inevitablemente, los aplausos, la adulación y las loas que inflan su vanidad.

Es fácil que la vanidad extrema se convierta en un narcisismo que puede ser patológico, de hecho, uno de los riesgos profesionales más comunes entre políticos, artistas, deportistas y empresarios exitosos, es el narcisismo.

En sus formas moderadas, este narcisismo, es irrelevante, pero, cuando se vuelve intenso y domina las actuaciones de quienes tienen poder, puede ser muy peligroso.

Algunos de los tiranos más sanguinarios de la historia mostraron formas agudas de narcisismo, por eso el poder de los gobernantes hay que limitarlo.

Recordemos a los padres fundadores de EEUU, Hamilton y Madison, quienes, afirmaban que: “...si los hombres fueran ángeles, no sería necesario ningún gobierno”.

Para restablecer el Estado de Derecho y  reconciliar y reconstruir el país, detener y controlar la corrupción El factor clave: de cobertura amplia, radical y definitiva de la crisis posible para obtener una nueva distribución del poder es sustituyendo el EFCentralizado presidencial por un EFDescentralizado parlamentario de regiones autónomas.

O sea, una nueva, justa y necesaria distribución del poder en Venezuela.

Este es el factor decisivo para: superar la corrupción, pobreza,  ignorancia y exclusión social que alimentan movimientos neo autoritarios populistas radicales.

Estos movimientos no se combaten con ciudadanos armados de ilusiones y odios sino armados de poder político, económico y educativo, para que sean capaces de echar a andar la fábrica de ricos dentro de genuinos Estados de Derecho, aplicando  la productividad de Taylor, la Gerencia científica moderna de Deming, el Control de Calidad Total de Feigenbaum; la Administración por Calidad Total de Juran y la Formación Educativa Integral con énfasis en la educación politécnica y capacitación profesional de Simón Rodríguez.

Sin poder, los ciudadanos echan  a  andar la fábrica de pobres dentro de Estados de Desechos, autoritarios y  corrompidos.

¿Hemos aprendido algo de la crisis Venezolana, y de la historia reciente de Europa Occidental,  los Venezolanos?

¿Seguiremos auto engañándonos consciente o inconscientemente esperando milagros  sociopolíticos  que  nunca  han ocurrido ni ocurrirán;  buscando  líderes mesiánicos y equipos brillantes que apliquen políticas remediales, mientras perpetuamos la misma distribución del poder expresada en los modelos centralizados de Estado, Economía y Educación e Investigación; que están técnicamente muertos, momificados y amortajados con Constituciones  tradicionales?. 

No  es  hora  de reformar, sino de reemplazar  la  actual  distribución política y la actual división territorial, sobre la que se efectúa el mezquino reparto del poder.

Los 23 estados, los 335 municipios, y los ciudadanos pobres y excluidos frente al agotamiento y muerte estructural y funcional de los modelos centralizados, necesitan:


1)    El poder político para generar decisiones y controlar a los gobernantes,


2)    El poder económico (acceso al capital) para generar riqueza; y


3)    El poder educativo e investigativo para generar conocimientos. Para convertirse en agentes y actores fundamentales del cambio progresista.

Estos tres poderes cuya suma constituye el poder a secas, los tiene monopolizados, el Presidente, es decir, es un modelo federal con todo el poder  Centralizado en el presidente de la República de turno

Sin tener poder político, económico y educativo e investigativo los 23 estados, los 335 municipios y los ciudadanos, se convierten  en  convidados de piedra a sus propios destinos.

Los ciudadanos, en muecas tristes que blanden una papeleta electoral en una mano y un carnet político o una carta de recomendación en la otra. No pueden controlar a sus gobernantes, ni  generar riqueza, consumir, ni ahorrar. No pueden intervenir con efectos vinculantes en los aspectos políticos, administrativos y educativos e investigativos que les conciernen.

No pueden ser agentes del desarrollo socioeconómico y cultural. Se vuelven presas fáciles de pretendidos vengadores de los pobres, anclados en los años sesenta que aún no se dan por enterados que el muro de Berlín cayó y arrastró consigo los viejos conceptos de izquierda y derecha; que ya no se definen en función de las románticas variables de antes, sino en términos de alta y baja productividad de bienes, servicios, conocimientos y decisiones; altos y bajos niveles de vida; y altos y bajos niveles de   libertades y controles en manos de los  ciudadanos. 

El poder constituye el tema nuclear del derecho constitucional, de la ciencia política y de los modelos de Estado, Economía y Educación e Investigación que son en  realidad  distribuciones  territoriales  del  mismo.

En realidad, el primer y principal derecho humano que garantiza el respeto, acatamiento y materialización de todos los demás, es  el  derecho de acceso al poder político, económico y educativo constitucionalmente asegurado mediante una distribución y descentralización amplia equitativa del mismo como lo proveen los modelos descentralizados de Estado, Economía y Educación e Investigación. 

Las entidades territoriales y la ciudadanía nunca utilizan el poder contra sí mismas, en cambio, cuando el poder político, económico y educativo se concentra constitucionalmente en la capital de la República y en el Presidente de la República, como lo estipulan  los  modelos centralizados de Estado, Economía y Educación e Investigación, este lo utiliza para violarles los derechos constitucionales  a  las  entidades  territoriales  y  todos los derechos, incluidos los derechos  humanos,  a  toda  la  población.

En conclusión lo afirmamos entonces, No  es  hora  de reformar, sino de reemplazar  la  actual  distribución política y la actual división territorial, sobre la que se efectúa el mezquino reparto del poder.

Seguiremos insistiendo en el tema.

 

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